• qué nos proponemos
  • Esta página web pone a disposición más de 500 recetas de cocina recuperadas en el marco del Proyecto de CC-042-18 “Transmitir la cocina desde la región. Un recetario santafesino con historia”, realizado gracias al financiamiento de la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación (ASaCTel) del Gobierno de la Provincia de Santa Fe.

    Lo que diferencia a este recetario de otros, es primero la pluralidad de autores que participaron, pero estos escritos no sólo fueron pensados para que podamos cocinar y experimentar con una serie de preparaciones, sino que permiten otros usos y reflexiones. Las recetas de cocina son un aspecto central en la vida cotidiana de las mujeres y de los varones como así también forman del patrimonio intangible, en cada una de ellas aparecen aspectos relativos a las necesidades socioeconómicas pero también otros vinculados a las tradiciones, sensibilidades, herencias e historia.

    Por lo tanto, aquí encontrarán más información sobre cómo fue realizado este proyecto, el conjunto de todas las recetas recopiladas, y también un apartado para seguir pensando posibles usos más allá de los límites de nuestras cocinas…

  • las compiladoras
  • Salir en busca de recetas de cocina y provocar encuentros en diferentes localidades para reunirlas, es un trabajo imposible de concretar en soledad. Es por eso que este recetario colectivo no hubiese sido posible sin el esfuerzo y el compromiso de Agustina Mosso, Micaela Pellegrini Malpiedi, Aldana Pulido, Cynthia Blaconá, Jimena Rodríguez y Paula Caldo. Entre mujeres formamos un equipo y coordinamos tareas con la firme convicción de que entre todas íbamos a dar forma material a un recetario que diera cuenta de las formas de cocinar en Santa Fe.


    Paula Caldo
    Soy directora del proyecto que esta página web da a conocer. Asumí este rol no por ser cocinera profesional ni siquiera por ser buena cocinera, sino porque mi objeto de estudio son las formas que adquiere la transmisión del saber culinario entre mujeres –la receta contada o escrita–. Prueba de ello es mi tesis de doctorado y dos libros: Mujeres cocineras (año 2009) y Un cachito de cocinera (año 2017). Pero, leer recetas, interesarme por las prácticas cotidianas de la transmisión de estos saberes fue provocando en mí cierta inquietud por algunos platos, preferentemente dulces, y en “esos despertares sensibles” recordé que mi abuela Elsa preparaba una torta que parecía de chocolate pero en realidad era de ciruelas. Adoraba comer ese manjar. Sin embargo, ella guardó para sí la receta dejando a sus herederas solo el sabor de lo que fue degustado. Ese sabor queda guardado en la memoria, adormecido, en silencio y puede que en algún momento despierte. Tal es así que muchos años después, visitando a mi vecina Gladis, excelente cocinera, probé una torta que activó el recuerdo dormido de la que preparaba mi abuela. Feliz por la coincidencia, le pedí la receta y ella, generosamente, me la explicó al tiempo que yo la apuntaba en mi libretita. Entonces escribí: Budín de ciruelas. Batir: 100 gramos de manteca, dos huevos y 1 taza de azúcar. Una vez que se logró una crema, agregar 2 tazas de harina leudante más 1 cucharadita de Royal y 1 taza de leche (yo incorporo la que la masa pide). Unir de manera envolvente. Finalmente añadir las ciruelas (que previamente estuvieron reposando en agua con bicarbonato durante dos o tres horas, incluso más, hasta 8). Por si no sabías te cuento que, “el bicarbonato” es quien ayuda a que la torta adquiera tonalidad chocolate. También podes sumar nueces. Luego va al horno por 50 minutos (en molde con sus paredes cubiertas de Fritolín, yo no uso manteca) y una vez cocinada, fría y desmoldada la cubrís con una capa fina de chocolate (en realidad mi abuela la presentaba así). Esta torta se convirtió en la especialidad de mi cocina, la hago siempre que necesito demostrar afecto. A mi madre María le encanta y siempre uso en su procedimiento la batidora blanca que tomé prestada de la cocina de mi abuela para nunca más devolver.
    Otros datos: soy investigadora del ISHIR-UNR/CONICET y docente de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR).


    Aldana Pulido
    Soy integrante del proyecto “Transmitir la cocina desde la región…” y, como mis compañeras, estuve presente en los talleres y en la recolección de recetas. Particularmente, en el armado de esta página web que busca difundir este trabajo mucho más allá de los límites de nuestra provincia, desarrollé la tarea de editar y organizar la totalidad de los contenidos.
    La construcción de este recetario se cruza con mis intereses académicos en dos planos, primero considerando las formas de cocinar y de comer como parte del patrimonio cultural de un grupo social; por el otro, porque la cocina y la comida están presentes en muchas de las prácticas de sociabilidad, y estas son mi objeto de estudio actual.
    Pensar en la sociabilidad implica pensar en el abanico de prácticas y formas que se despliegan cuando las personas se reúnen…y difícilmente imaginemos momentos de encuentro que no sean mediatizados por la bebida y la comida. Las recetas recopiladas, nos dejan asomarnos sutilmente a las memorias sobre estos espacios y experiencias pasados, para conocerlos mejor.
    Por eso decidí compartirles una receta que asocio a la idea de reunión, ya que la preparo para mi familiares y amigos. Paradójicamente, también la elegí porque es una comida que preparo sin receta, ya no debo mirar ninguna anotación para realizarla.
    Para realizar una paella de mariscos (creo que es una de las comidas que mejor me sale), se debe primero saltear cebolla, pimientos de los tres colores y un poco de ajo picado. Luego se debe agregar el arroz, cocinar hasta que esté transparente y después incorporar caldo, los condimentos (sal, pimienta, azafrán) y los mariscos. Continuar la cocción hasta que el arroz esté a punto, agregándole caldo a medida que necesite. Hacia el final añadir dos cucharadas de manteca mezcladas con orégano y tomillo y revolver hasta que se integre. La paella ya está lista.
    Si además de mi veta culinaria, quieren conocer la académica, les cuento que soy profe de Historia y Economía, doy clases en institutos terciarios y soy becaria doctoral en CONICET.


    Cynthia Blaconá
    Soy integrante del Proyecto Transmitir la cocina desde la región: un recetario santafesino con historia. Vengo del campo disciplinar de las Artes Visuales y en mi trayectoria como artista realicé, junto a Jimena Rodríguez, una muestra de obra cerámica que constaba de diversas tortas a escala real. En estas piezas, el lenguaje de la cerámica y la cocina funcionan como vehículos para reflexionar sobre la configuración de la subjetividad y la conformación de la femenidad en una sociedad que todavía conserva una fuerte estructura patriarcal. La cerámica y la cocina presentan una estrecha relación en cuanto a las herramientas utilizadas y a la serie de acciones involucradas en sus procesos de trabajo: comparten el estado de la sustancia de sus materiales -polvo, líquido, pasta-, el pasaje del crudo al cocido mediante el horneado, como también las tareas de amasar, verter, cortar, mezclar, decorar, entre otras. Así es como llegué a este proyecto, dado que podemos decir que se trata de labores próximas, a las cuales apelamos para poner en discusión ciertas cristalizaciones culturales acerca del rol de la mujer en la sociedad. En el transcurso tanto del trabajo artístico como de la investigación recordé los postres dulces que hacía mi abuela Antonia, que era una excelente cocinera pero nunca me enseñó ninguna de sus recetas. Hay un postre particular que llevaba todas las navidades y que le decía pisigliunes. Cuando mi abuela falleció no encontramos la receta y me fue imposible su búsqueda en internet hasta que vi en un programa que Donato, oriundo del sur de Italia los hacía. El nombre es Turdilli (o más comúnmente Ñoquis de canela), pero después entendí que mi abuela sacó la receta de la abuela de mi papá que venía de Caccuri, y que pisigliune posiblemente fuera el nombre en el dialecto de ese pueblo. Son muy típicos en el sur de Italia que como antiguamente no existían las cocinas con horno se hacía dulces fritos principalmente en vísperas de las fiestas. Los ingredientes necesarios son: 3 tazas de harina (360gr.), 1/2 taza de aceite (125cc.), 1/4 taza de Oporto, 1 cucharadita de canela molida, 1 pizca de nuez moscada, esencia de vainilla, pizca de sal, aceite para freír cantidad necesaria. Para bañarlas: 500 gr. de miel, 1 cucharada de esencia de vainilla. Para hacer los ñoquis tenés que tamizar la harina, la canela, la nuez moscada y la sal. Colocarla en un recipiente y hacer un hoyo en el centro, agregar el aceite y el oporto. Mezclar y trabajar un poco hasta que la masa no se pegue. Dividir la masa en trozos, formar chorizos y cortar como ñoquis (se pueden pasar o no por la ñoquera). Poner abundante aceite en una cacerola chica y de bordes altos, dejar que se caliente (sin que llegue a hervir), ya que el aceite se quemaría, e ir cocinando de a poca cantidad por vez. Una vez dorados, retirar y apoyar sobre papel absorbente. Para bañarlos tenemos que poner la miel en una cacerola chica y llevarla a fuego suave y dejar hasta que la miel hierva, agregarle la vainilla e ir pasando los pisigliunes ya dorados por la miel. Se acomodan en una hermosa fuente para su presentación.
    Otros datos: soy Profesora de Artes Visuales en la EPAV 3031 e integrante del Centro de Estudios y Creación Artística en Iberoamérica (CECAI).


    Micaela Pellegrini Malpiedi
    Como integrante del proyecto “Transmitir la cocina desde la región: un recetario santafesino con historia” participé de la recolección de las recetas que se muestran en la presente página web. Mi interés por ser parte del mismo se entrelaza con las líneas que rodean mi investigación: la historia de/con mujeres y los estudios de género. A lo largo de mi formación, mi mayor preocupación ha estado enmarcada en analizar las prácticas de las mujeres del magisterio (maestras) durante las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, con el paso del tiempo, he comenzado a inquietarme también sobre las prácticas que las mismas desarrollaban por fuera de lo escolar-institucional. Así, me encontré con las mujeres en su vida cotidiana: amando, escribiendo cartas, trabajando en el jardín de sus casas, pintando cuadros, diseñando sus vestimentas, socializando con vecinas, cuidando niños y niñas finalmente: cocinando. Desde estos últimos trabajos, comenzó mi acercamiento con el arte culinario. Lo que intento decir es que, no soy buena cocinera y mi relación con la cocina, no es sino a partir de mis trabajos de investigación.
    Sin embargo, nací y me crié en un hogar, en donde las demostraciones de afecto vinieron (entre otros) por medio de la comida. Por lo cual, no cocinando pero si observando es que incorporé los gestos, movimientos y alternancias de ingredientes que hacen a un saber cocinar. Es así, que sin proponérmelo, he adquirido algunos de los secretos que esconde el arte culinario. Un ejemplo de ellos, es la receta de la carne arrollada y quiero compartirla con ustedes. La misma lleva 1kg de carne picada, 2 huevos, 100gs de pan rallado, 200gs de queso cremoso o en barra, 200gs de paleta, pimientos rojos (prefiero los enlatados), aceitunas (cortaditas y sin carozo) y dos huevos duros. Para condimentar utilizo una bolsita que contiene ocho ingredientes mezclados (la compras en el almacén de barrio). Para prepararla se coloca la carne dentro de un bol, le incorporamos los ingredientes, el pan rallado y los dos huevos (mezclamos todo con las manos porque le da “otro gustito”). Luego estiramos la carne sobre una lámina de papel de aluminio. Logramos que quede un rectángulo parejo, en lo posible finito y le ponemos las fetas de paleta, el queso, las aceitunas, las tiritas de pimientos y los huevos duros cortados en lonjas, todo bien distribuido y cubriendo la carne. El siguiente paso, será enrollar la carne tomando el papel de aluminio desde su borde. La idea, es que quede un rollo de carne y el queso, el fiambre, los huevos, aceitunas y pimientos queden adentro. El papel aluminio cubre el afuera del rollo a los fines de que éste se cocine uniforme y más rápido. Colocamos la carne enrollada sobre una fuente y la llevamos al horno precalentado durante 45min aproximadamente. Puede ir acompañado por rodajitas de papas, camotes y calabazas (a mí también me gustan los anillos de cebolla medio quemaditos).
    Espero que esta receta les sirva, es muy rica y yo la utilizo para agasajar a las visitas. Como no se hacer otra cosa (salvo el pollo en bolsita, pero esa receta será para la próxima), esta me sale muy bien y quedan todos y todas satisfechos. En fin, por último, no solo se cocinar la carne arrollada, sino también soy docente de la Universidad Nacional de Rosario y becaria de CONICET.


    Jimena Rodriguez
    Soy Profesora y Licenciada en Bellas Artes (UNR), mi participación en el proyecto se vincula a un proyecto anterior en el cual nos propusimos recuperar recetas del sur del litoral santafesino a partir de una experiencia estética. Dicha experiencia consistía en la creación de un plato de cerámica en cuya superficie se registraban las huellas de la receta preferida. Desde hace tiempo, conjuntamente con Cynthia Blaconá reflexionamos sobre las relaciones entre la cerámica, la cocina, la construcción de la subjetividad y la configuración de la femenidad en nuestras sociedades a partir de nuestra obra cerámica. Estas piezas realizadas en cerámica cobraban la forma de tortas típicas, como dispositivos para poner en discusión los mandatos sociales asignados a las mujeres, desde un lenguaje que comparte con la cocina ciertas acciones y procedimientos de trabajo como, por ejemplo, el amasado. Particularmente disfruto cocinar cuando puedo hacerlo con (o para) mis afectos y puedo dedicarle tiempo, es decir, para compartir momentos con otros. Por este motivo la receta elegida debía pertenecer a aquellas que me reúnen con mi familia, en ocasiones especiales: la bagnacauda piamontesa de la abuela Elena, o los pierogi de mi bisabuela paterna, heredada de su familia polaca. Esta última fue la seleccionada, los “perojés” como los llamamos nosotros, porque desde hace varios años los cocinamos juntos, cuando podemos reunirnos para participar del proceso. Se trata de una receta que pude degustar gracias a que mi abuela Nelly, mi papá y mi tío decidieron tomar la posta para que no se perdiera, cada uno con sus propias variantes. Comienzo por la parte que más me gusta hacer, la de la masa: mezclar 1 kilo de harina, agregarle sal, 2 huevos y agua, amasarla hasta que quede homogénea, y alternar el amasado con 15 minutos de reposo dos veces. Luego se estira (no debe quedar ni demasiado gruesa ni muy fina) y se corta en cuadrados de 10 cm aproximadamente. El relleno se hace con ricota (850 gr), un poquito de vinagre y puré de papas bien pisado (1 kg), más la sal, tres huevos y pimienta. Se rellenan los cuadrados de masa y se doblan en forma de triángulo, se hierven en agua con sal y se sirven con la salsa. Esta última consiste en dorar panceta ahumada con cebolla de verdeo (o común) en cantidades generosas. Me encanta la receta porque nos reúne y me recuerda distintos momentos compartidos en familia, con los que están, los que ya no y los que están lejos.
    Otros datos: docente de nivel medio y superior, trabajo en la Escuela Provincial de Artes Visuales No 3031 “Gral Manuel Belgrano” y en la cátedra “Problemática del Arte Latinoamericano del siglo XX” Com. A (EBA–UNR). Integro el Centro de Estudios y Creación Artística en Iberoamérica (FHyA-UNR).


    Agustina Mosso
    Soy integrante del equipo que ganó el proyecto “Transmitir la cocina desde la región. Un recetario santafesino con historia”. Junto a mis compañeras, y a través de este sitio del espacio virtual, espero dar a conocer las recetas que recopilamos de diversas zonas de la provincia en la que vivimos (cuya dimensión territorial abarca más de 130 mil kilómetros cuadrados y el norte dista del sur a unos 720 kilómetros, extensión que posee alrededor de 50 municipios y 300 comunas que albergan más de tres millones de habitantes). La cocina no es mi fuerte y quizás por ello, y a través del proyecto, me interesó mucho descubrir (mediante testimonios orales y escritos) acerca de las prácticas diarias de preparar platos a veces mixturando ingredientes, otras cambiando las formas tradicionales de utilizarlos o creando técnicas que transforman los procedimientos culinarios pasados para trabajar en relación a aquella función tan vital como la de alimentarnos. Posiblemente, en la transmisión de esos saberes es donde aparecen referencias biográficas y regionales que recuperan sentidos y uno de ellos, para mí muy personal, es el que me recuerda a mi abuela paterna Esther, amante de la cocina y quien fue experta en ese asunto. Ella nos dejó una inmensa biblioteca con recetarios en formato libro, revistas, folletos (que venían anexos a ingredientes como el cacao, la maicena, la levadura) y escritos suyos (donde actualizaba sus conocimientos al seguir las indicaciones que observaba en programas de televisión o las recomendaciones de alguien sobre la preparación). Infinito es el listado de recetas de cocina que mi abuela nos explicaba cuando nos disponíamos a probar sus comidas. Como debo elegir una, seleccioné la que creo periódicamente hacía (y la representaba): la del dulce de higos. Sus ingredientes son: 1 kilo de higos y 500 gramos de azúcar. Y el procedimiento consiste en hacer el almíbar con los 500 gramos de azúcar; cubrir bien con agua y hervir a punto hilo; echar hirviendo sobre los higos; cocinar 15 minutos (tapado) y luego destaparlo hasta que estén los higos cocidos y el almíbar espeso; hervir en agua diez minutos, poner en agua fría, mezclarlo y cubrir con el mismo almíbar (estos últimos tres pasos aparecen en la receta escritos a un costado, como si fueran opcionales). Al relatarles la receta recuerdo las dos ollas repletas de dulce con las que mi abuela me recibía (también a quien fuera a visitarla, obvio) junto a la invitación de probar cómo estaba quedando la jalea. Tartas, tortas, galletitas acompañan esta delicia y es mi hermana menor, Valentina, quien heredó los dotes de mi abuela Esther y hoy la venera cada vez que cocina tanto ésta como muchas otras de sus especialidades (¡los ñoquis!, la torta con crema y duraznos, su salsa para carnes estilo chimichurri, las verduras en escabeche, los moñitos fritos, el chucrut y el pastel de pescado). Porque si algo aprendí en su práctica culinaria fue a defender el aspecto saludable de todo aquello realizado de modo casero.
    Otros datos: estudié la carrera ciencias de la educación en la Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario) y soy becaria doctoral del ISHIR-UNR/CONICET.


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